Tan lejos, tan cerca
Desde que trabajo en Madrid no tengo tiempo para nada. Me levanto a las 6 de la mañana y cojo el primer tren, el que sale a las 7:36, y vuelvo en el que pueda de por la tarde, a veces en el de las 18:15, vamos una paliza.
Anoche hasta me permití el lujo de sumergirme en la bañera porque estaba agotada, aunque casi siempre me ducho ¿eh? Cada vez que uso el inodoro, tiro de la cadena. Cuando abro el grifo, sale agua; si quiero, caliente.
También puse dos lavadoras, y el lavavajillas. Vamos, que supero la media de gasto de agua por habitante y día (142 litros) de largo.
Pero no pasa nada, porque salgo de casa y ahí estás tú viviendo en ese coche destartalado, en la explanada que hay justo enfrente, y vosotros, los que vivis ahí no necesitáis bañaros, ni ducharos, ni nada, como mucho, iréis al baño de la estación o al del bar de la esquina, si Manuel os deja usarlo, que creo que sí os dejará porque es un bendito, y ya no tengo tanto cargo de conciencia, porque oye, mi gasto de agua, de repente, se ha dividido casi por dos.
Claro, que me acordaré de ti cuando salga de casa mañana, a las 7 y 25, al cruzar la explanada, cuando las dos vayamos a la estación, haciendo un recorrido paralelo al mío. No sé para qué vas tan temprano, si tienes todo el día de tiempo. Eso, sí yo voy mucho más deprisa… que llego tarde.
Y te volveré a recordar cuando vuelva por la tarde a casa derrotada, y pase por tu lado sin mirarte, si acaso, echaré una moneda en la cestita que tienes al lado del cartel. Una ayuda, por favor. Ya perdonarás, me da apuro.
***
Al anochecer, una sombra vuelve de la estación, arrastrando los pies. Hoy, casi no ha conseguido dinero. Ha llenado una botella de agua en el baño de la estación. Se ha lavado un poco en los aseos pero ha entrado gente y se ha escabullido como un gato. Cuando por fin se acuesta en el asiento de atrás del coche, ve por la ventanilla las luces encendidas del edificio de enfrente. La mujer que coge todos los días el tren y por la mañana lleva tacones y por la tarde zapatillas, vive ahí, en la segunda ventana del tercer piso. A veces, la ve mirar los coches aparcados desde el balcón.
Relato presentado al concurso "Igualdad y agua" de la Confederación Hidrográfica del Ebro
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