La voz del invasor
Ya sé que te saco de quicio. Pero no puedo evitarlo. Es mi única manera de sobrevivir, una planta trepadora, una hiedra, una enredadera, se alimenta del árbol que le sirve de soporte y al que embellece y ahoga al mismo tiempo. Solo que mi especie es distinta. No sólo tiene unas raíces distintas, sino que son móviles; aunque lo normal es que cada vez que hago acto de aparición, y cada vez es más frecuente, es enraizada en tus inserciones cerebrales o en tu nervio ciático. Es entonces cuando me convierto en un verdadero ser vivo. Cada vez que Mariuca o Miguel te tocan, intentando descubrir por dónde me muevo, donde habito, vas dibujando un mapa de mí, que abarca tu zona lumbar, tus glúteos, tus caderas, músculos de nombres preciosos cuya existencia desconocías; los piramidales, los serratos, los estabilizadores de las caderas… Y sensaciones distintas… Puedo ser más agudo, más difuso, más intenso, a veces más localizado, y otras, me extiendo como una he...