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Mostrando entradas de 2021

Las vidas del gato

 Ayer llegué a casa tardísimo.  Otra vez me había quedado sin batería en el movil.  No me importó mucho, la verdad, un día va a explotar con la cantidad de whatsapp que tengo.  Así que me derrumbé en el sofá hasta la hora de cenar.  No fue hasta la hora de reptar hacia la cama y encenderlo que vi el torrente de llamadas perdidas y mensajes de mi madre: 17:45. - ¡Hola! ¿Estás bien? 18:00. Llamada perdida. 19:00.- Te estoy llamando y no me coges. ¿Todo bien? 19:45. Llamada perdida 20:00- Llámame por favor, hija. ¿Estás bien? Y cinco llamadas perdidas... La llamé, claro. 22:45.- Hola. ¿Qué pasa?¿estás bien? - Yo sí, ¿y tú?-Contestó, casi gritando. -¡No coges el teléfono!¡No has visto los whatsapp! -Ya, mamá, -me justifiqué- es que ... -no le dí detalles-he llegado muy tarde a casa, con el teléfono descargado.  Y no lo he encendido hasta ahora.  - Uff, menos mal. -Suspiró. y me explicó: - Pues nada, que me han dado un susto esta tarde...  Marisa, la v...

Despertar

  Cuando Alfonso Alonso recobró la conciencia no sabía que el calendario marcaba el 4 de noviembre de 2031.    No se podía mover, peró oyó un concierto de pitidos y una sinfonía de   luces atronó aquella habitación tan extraña, verde fosforescente.   Una desconocida se levantó, como empujada por un resorte, de un sillón de plástico situado a su derecha y se lo quedó mirando fijamente, mientras se tapaba la boca con las  manos para no gritar.   - ¿Y tú quién eres? –Quería preguntarle Alfonso a la extraña. Pero no le salían las palabras. Tenía algo metido en la garganta.   De repente se abrió una puerta corredera, al parecer de forma automática, y entró un ¿astronauta? Enfundado en un mono blanco y una especie de escafandra con una ventana transparente, por la que se le veía parte de la cara ¿Qué estaba pasando?   - Hola, Alfonso.- le saludó.- ¡Por fin te has despertado! Vamos a quitarte el respirador… Inhala por la nariz… Más, más...

Aquel día no me mojè los pies

  Aquel día no me mojé los pies… Tenía la costumbre de llevar unas botas de agua en el maletero, así que cuando divisé el cuerpo de bruces contra el suelo, inmerso en un charco negruzco, bañado en su propia sangre, me di la vuelta sobre mis propios pasos, a la vez que apuntaba hacia el vehículo, que me saludó con un breve pitido y una ráfaga intermitente de luces.   Dos minutos después, me acercaba de nuevo a la escena del crimen, dispuesta a levantar el cadáver, mientras daba instrucciones a Daniel, el agente judicial que me acompañaba y trataba de captar los detalles de la escena.   Dos agentes de la policía nacional se acercaban a nosotros, y una ambulancia del samur con sus ocupantes en el interior atendían a una tercera persona,   cuya voz sollozante me resultó familiar, aunque no supe ubicarla en ese primer momento. -           Buenas noches. Soy la jueza Triviño; ¿Qué ha pasado?- Le pregunté al policía más veter...

La canción del verano

  La bola de fuego incandescente incendia el hemisferio norte.   Las autoridades aconsejan no salir a la calle en las horas centrales del día, beber agua abundante (no bebidas azucaradas) y cuidar especialmente de ancianos y niños pequeños, más vulnerables al calor extremo y más propensos a sufrir golpes de calor. Los termómetros sobrepasan los 50º, mientras que el asfalto se derrite como un cucurucho de helado fuera del congelador. Es el verano en que los mejillones aparecen cocidos por las altas temperaturas en las costas del océano Pacífico de Canadá, las sombrillas de las medusas colonizan un poco más el mar Mediterráneo y las algas invaden la costa dejando un hedor insoportable. Indolente, lo soporto estoica, sin apenas días libres, convenciéndome como todos los años de que en agosto en la oficina se está fenomenal, con el aire acondicionado y con menos trabajo … Ayer supe los resultados; carcinoma grado 2. -         ...

Nueva identidad

  No era mi vocación ser lo que soy ahora.   Esto en lo que me han transformado. Los humanos siempre dicen que la vida es lo que pasa mientras tu haces otros planes…   Trataré de explicarme mejor. Hace cuarenta y tantos años una mujer y su hija pequeña aparecieron en mi tienda y me adoptaron.   Pasé a formar parte del ajuar de la joven.   Por entonces ra una sábana preciosa de algodón inmaculadamente blanca, que junto a mis compañeras, la sábana encimera y las fundas de almohada, vestiríamos su cama matrimonial, abrigaríamos su cuerpo y el de su marido, y pasaríamos a formar parte de su vida cotidiana.   Ese era el plan. Pero nada ocurrió según lo previsto.   Al parecer, nuestra calidad era demasiado buena.   La cama siempre estaba vestida con sábanas más corrientes; de flores, de rayas, unas marrones con topos blancos bastante feas traídas de un viaje… Así que fuimos relegadas al fondo del armario ropero, resignadas a amarillear. Sin embarg...