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Mostrando entradas de 2020

La tradición

  Llegó sin avisar aunque todos lo esperaban. Gritó: -            ¡Os he extrañado tanto! Una versión más joven del recién llegado, miró a su madre que explicó: -            Martín, Es tu padre.    En nuestra familia, uno de    cada generación realiza un viaje en el tiempo. Solo regresa cuando debe renovar la tradición.    Es tu turno.  Incapaz de articular palabra, Martín se levantó de la mesa y cogió el reloj de arena y la enorme llave herrumbrosa que su progenitor le tendía.   No recuerda nada más.  Está al lado de una puerta en la que la llave encaja y el reloj no tiene arena.  

Ana

  Bucear en el lago que había al lado de la casa había sido el pasatiempo favorito de los niños del pueblo, pero desde que la pequeña forastera se ahogó aquella noche de San Juan ya nadie se atreve, y la casa permanece cerrada a cal y canto.  Solo se escucha el sonido del viento que azota las contraventanas y, a veces, extraños crujidos en los tablones del embarcadero.  Y si alguien observara con detenimiento, cada solsticio podría ver las huellas de unos pies infantiles   sobre la madera carcomida y escucharía un breve chapoteo sobre la lámina de agua.   

Daltónicos

            Ella tenía los ojos del color de la Coca-Cola, y él de Baileys con hielo.   Parecía que en cuanto se miraran, se cuajaría la mezcla y se volverían bizcos los dos.      Los ojos de su hijo eran azul   piscina.   Y los de su hija verde agua.   Tenían un perro blanco y un gato negro. Se vestían todos iguales y revelaban las fotos en blanco y negro.   Ellos no apreciaban nada extraño.      En su trabajo, en una tienda de pinturas, las mezclas de color siempre salían grises.

¿Dónde está Charli?

  Pablo tiene un perrito que se llama Charli.   Viven en Utebo, con los papás de Pablo y su hermana Elena. Utebo es   un pueblo que tiene una torre muy alta en la plaza, y a veces van allí a pasear.   Pablo va al cole para aprender a ser superhéroe, pero le han dicho que aún no saben cual es su superpoder, primero tiene que aprender otras cosas como contar, leer y escribir. De todas formas, Pablo corre muy deprisa y su señorita piensa   que a lo mejor la supervelocidad es el poder secreto de Pablo. Desde que Charli vive en casa de Pablo, los dos se habían hecho muy buenos amigos.   Charli antes vivía en la ciudad, y le gustaba ir a pasear a otro parque y jugar con otros perros. Pablo tiene muchos amigos, algunos en su cole, y otros que son   hijos de amigos de sus papás, como Alejandro Junior, Saúl, Marta, Sofía y Sara, la hermana pequeña de Alejandro Junior. Pablo no sabía que Alejandro Junior también tiene el mismo poder que él, la superveloc...

Todo al 15 negro. Escena teatral

  Personajes: -Daniel Salvatierra (D.S.) -Rose Marie (R.M.) -Maxime, el barman   ESCENA 1. El escenario muestra una vivienda.   A la izquierda, una habitación modesta, un hombre de mediana edad, vestido con traje, abre el cajón de la mesilla.   Saca una cápsula y se la guarda con cuidado en el bolsillo izquierdo del chaleco, junto al reloj.   Seguidamente, deja, dentro del cajón una hoja de papel, que dobla por la mitad. El hombre abandona el dormitorio, por una puerta situada en el centro.   A la derecha, en el comedor, una mujer acuna en sus brazos un bebé. Él se acerca y conversan:   DANIEL SALVATIERRA: No te puedo contar nada ahora, pero te prometo que a la vuelta lo haré.   Tengo que resolver u n asunto incómodo, pero regresaré  por la mañana.   Prepara algo de equipaje.   Nos iremos de aquí una temporada. ROSE MARIE: ¡No te conozco! ¿Qué está pasando? ¿En qué líos estás metido?¡Por dios, tenemos una hija!...

El naufragio

  La primera vez que lo vio sin gafas sus ojos solo le parecieron preciosos.  Hoy, que lo ha mirado  mejor ha visto que  ¡Sus ojos son dos islas!- Rodean sus pupilas dunas de arena, bañadas por el mar, con olas que rompen en la orilla cuando pestañea.  Por eso no puede dormir hasta que la marea lo mece y lo aquieta. Si se pone nervioso no   concilia el sueño, se desvela del todo, y esconde las islas tras la bruma de los cristales,  hasta que deja de escucharse el sonido del mar. A veces, cuando pasa eso, ella tampoco duerme.  El otro día pensó que, tal vez, si lo acunaba, o si lo abrazaba, se dormirían por fin y de tanto pensar en abrazarlo, le creció un brazo en la cadera; pero un brazo corto, que no servía para mucho, era muy incómodo para dormir de lado, y en realidad le sobraba, solo servía para sostener el café por la mañana o para llamar al ascensor. Ya solo podía llevar vestidos o faldas con bolsillos, que ...

El intercambio

Stevo, último lider de una legendaria estirpe de la Nueva Hispalis, acompañó a su primogénita hasta el final del andén.  -No me avergüences.   Eres mi mensajera y el futuro de nuestro pueblo está en tus manos.   – Fue la seca despedida de Stevo a su hija Zika; mientras sus ojos negros se clavaban en los azules de ella y le transmitían el peso de la responsabilidad del momento a los hombros adolescentes de su hija.- De ti depende que comamos el próximo invierno, no lo olvides. Ella se giró sin mediar palabra para evitar el llanto y subió en el vagón del tren de larga distancia sin volver la vista atrás, consciente de su misión, afianzar las relaciones comerciales con China, asegurar el intercambio de trigo y soja en la Nueva Hispalis, en tiempos de escasez.    Su matrimonio con un adolescente chino, al que apenas recordaba, había sido concertado de antemano cuando ambos eran unos niños. El destino final era Ghonzou, una antigua provincia china.   El acue...

Septiembres

  Regué las plantas de la oficina antes cerrar la puerta el 13 de marzo de 2020, sin saber   que el mundo frenaba un poco. Seis meses después, el coleo no ha   sobrevivido.   El poto y la suculenta sí.   Alguien las ha regado.    Otro septiembre, 19 años atrás, un SMS me anunció el cambio de siglo. Regresé a Zaragoza el viernes 7, para hacer un   examen de inglés el día 11.   Era una buena excusa para pasar unos días en casa, así que estaba encantada de quedarme hasta el miércoles, aunque de antemano sabía que no aprobaría.    El salón de actos de la Escuela de Idiomas estaba abarrotado y en el descanso salimos en tromba al pasillo y encendimos nuestros móviles, esos en los que sólo se podía jugar a la Serpiente, y a los que aún no éramos adictos. El SMS decía: “Atentado contra las Torres Gemelas”. Pensé que era una broma, pero todas las conversaciones parecían girar en torno al mismo tema…   No me dio tiempo a pensar. ...

El pasillo

     Recuerdo, ­-como en una película en super8, colores sepia-, un pasillo verde y recto, interminable.   Al lado del taquillón con el espejo dorado, mi madre agachada me abrocha el abrigo verde musgo, que me abraza, igual que los dibujos de terciopelo del papel adamascado que tapiza las paredes como enredaderas geométricas, abrazan la casa.   Todo en ese pasillo es un bosque.   El perchero de patas de ciervo.   El biombo calado de madera que divide por la mitad el largo corredor.   Las puertas a la derecha,   como árboles que lo delimitan, la entrada a cuartos de otros colores, la cocina, blanca, territorio de comidas y tareas escolares; el baño, verde agua, y el cuarto de invitados, que pronto sería la habitación del abuelo.      Observo sin perder detalle como mamá le coloca a Pili su abrigo idéntico al mío, pero granate, más pequeño, y se lo abrocha también hasta el cuello, ­-porque ya es octubre, y hoy hace frío-, dice,...

Tormenta infinita

El viento silbaba y golpeaba el cristal de las ventanas.    Las paredes crujían.    La casa se quejaba de la lluvia constante con ventanas que se abrían y cerraban produciendo un estrepitoso estruendo de cristales rotos.    Para aplacar el temporal, nubes negras y espesas descargaban desde hace días todo su contenido.    Las calles se habían convertido en ríos turbulentos de agua achocolatada que arrasaban a su paso con los árboles de las aceras y de las plazas, los bancos del parque, los coches aparcados y con cualquier objeto susceptible de convertirse en una cáscara de nuez a la deriva, sin capitán que manejara el timón.    Mientras, los humanos contemplábamos atónitos desde las atalayas de nuestras de nuestras viviendas el fin del mundo. Descorrí la cortina y me asomé.    La tormenta duraba ya cuarenta días.    No había habido tregua en todo ese tiempo.    El decreto de alarma por situación catastrófi...

Invisible(s)

Los seres que habitamos este mundo casi siempre somos invisibles.   A mí me gusta.  Cuando me levanto por la mañana  nadie sabe qué cara tengo.  Hasta que no me tomo un café no soy persona. Y después, tampoco del todo, pero ya cuento con el disfraz y las armas perfectas para afrontar el día; el usuario y contraseña de mi ordenador. Solo escribo las palabras, pero la persona que habla nunca tiene mi voz.  En mi empresa a muchos nos pasa lo mismo, escribimos lo que firman otros, y ellos le ponen la cara a la organización. También conozco gente que se esconde tras de un uniforme, una barba, un flequillo o unas gafas de sol que ocultan la mirada. Una altivez pretendida que en realidad es una coraza.  La sonrisa de alguno es tan escasa, tan cara de ver, que cotiza en bolsa. Sin embargo, disfruto más la invisibilidad  cuando las pantallas y las contraseñas  duermen en la ciudad. Entonces me escapo hasta donde el horizonte se c...

El diario del hombre araña

Dia 1. La lechera frena. Se escucha un chirrido de puerta metálica y el cri cri de los grillos en el secarral. Pasamos otra verja.   Desde la ventanilla leo en   un muro de ladrillo: “Centro penitenciario Madrid I” , en letras mayúsculas atornilladas a la pared. Me han traído aquí porque esta cárcel es para jóvenes. - Para que no me institucionalice , dice el juez. No se qué quiere decir, pero vaya puta mierda, mi madre y mi novia, la Rosa, van a tenerse que hacerse 300 km en el bus para venir, así que me voy a comer los mocos, fijo que no vienen. El segurata de la garita que levanta la barrera y nos deja pasar saluda con la cabeza al madero que conduce.   A mí no. Soy invisible. Me quitan la cartera, mi ropa, y el móvil, me obligan a ducharme y   me cachean en bolas. -   Pero que voy a llevar, ¡que no llevo nada! ¿Qué creéis? ¿Que llevo droga en el culo? ¡Que estaba robando una tienda, ostia!-Me revuelvo. Me dan con una porra en los huevos. ...