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Mostrando entradas de noviembre, 2019

Todo al 15 negro

Daniel Salvatierra entró en el salón de juego con paso decidido. Cambió el dinero por las fichas, y se dirigió atento a la mesa de la ruleta, sopesando la posibilidad de que esa fuera la última vez. La rueda de la fortuna le recibió con su baile circular, ajena a la veintena larga de ojos ávidos de que se parara en el sitio donde estaban depositadas sus ilusiones e indiferente a los negros pensamientos de Salvatierra.  La bola bailaba despreocupada, y acariciaba las casillas   en su coreografía, provocando suspiros, lamentos y risas en el público entregado. La croupier saludó a Daniel con una   leve inclinación de cabeza.   Todos en el casino le conocían, dejaba buenas propinas y era un jugador habitual, prudente, educado.   No levantaba sospechas, unas veces ganaba, otras no. Sin embargo, esa noche una niebla invisible flotaba en el ambiente.   Era su última noche en Francia, había liquidado su cuenta corriente, y llevaba en la billetera un chequ...

¿La suerte está echada?

Por Eva Fernández y Jesús Añaños ¿LA SUERTE ESTÁ ECHADA? 22            de diciembre de 2019.   Pablo no podía creer su mala suerte.   Turno de 12 horas , de los que ya no hacen los veteranos.   − Un caso de extrema gravedad−le explica el Jefe de Urgencias− El médico titular no se atreve solo con la intervención.   Es un ictus fulminante y masivo. −Como el gordo de Navidad pero al revés−pensó Pablo. Y, como todo es susceptible de empeorar, al leer la ficha del paciente, toda su vida pasó por delante de sus ojos. Era Luis Dávila, su antiguo amigo primero, amante de su mujer después, y padrastro de sus hijos ahora… No se sentía capaz de afrontar algo así. Cuando salió del quirófano ya era 23 de diciembre.   Se quitó el gorro, la mascarilla y la bata y los arrojó con rabia a la papelera.   Le pidió al otro cirujano, Alberto, que fuera él el que le diera la noticia a la familia.   A su exmuje...

La exposición

Me despierto sobresaltada.   Está totalmente oscuro y no recuerdo nada de la noche anterior.   No es mi habitación, no es mi cama –compruebo- y hay alguien durmiendo plácidamente a mi lado pero no eres tú.    Millones de alfileres se clavan en mi cerebro cuando intento levantar la cabeza de la almohada.   Me duele todo el cuerpo como si me hubiera pasado un tren de mercancías por encima.   Vamos, que tengo una resaca de libro y una laguna sobre cualquier cosa que pasara ayer y sobre el desconocido con el que he compartido cama, y dios sabe que más… De repente el desconocido se gira y descubro que es Juan, que me abraza somnoliento, medio dormido, y me besa despacio, impregnándome de su olor a madera, a sudor y a mí, a nosotros. Que, de golpe, hace que vuelva a verme vestida y empapada, con mi vestido verde, en su piso, y recuerde… el pasado verano, la tórrida y triste despedida cuando le conté que dejaba Nueva York y volvía a Barcelona, la bronca poster...