Jet lag
Coges tu maleta y abandonas la casa que ha sido tu hogar los últimos cinco años. Dejas atrás un trabajo que te encanta, a tus amigos y a tus pececitos, Napoleón y Josefina, que tendrán que aprender a vivir con la familia mexicana de María.
Hace un año ya que Pedro te pide que vuelvas, que las vacaciones no son suficiente, y en la oficina te han dado un ultimátum… O te mudas definitivamente a Nueva York o regresas a Barcelona.
Marcas su número.
– Cariño, acabo de aterrizar. Si, no te preocupes, cojo un taxi y nos vemos en casa, no, no vengas, que llueve a mares y el tráfico estará imposible.
Seguro que Pedro se había olvidado de a qué hora llegaba tu avión. Tienes jet lag, y encima te ha venido la regla, como siempre que tienes que viajar. Hija, tienes unos ovarios… La cabeza te va a estallar. Si tomas algo a lo mejor cuando llegues no te verán con ese careto, que las ojeras te llegan a la boca.
Caen chuzos de punta. El limpiaparabrisas del taxi no da para más.
Cierras los ojos bajo los cristales tintados de las gafas de sol y apoyas la nuca en el reposa cabezas. Pareces una celebrity pasada de vueltas.
– Señora, son 40 euros. –Te despierta el taxista.
– ¿Cuarenta? Sí, claro, aquí tiene–Contestas con voz pastosa. Miras por la ventanilla, y sí, ahí está tu edificio.
– Me ayuda con el equipaje hasta el portal, ¿verdad? –le pides al conductor.
– Claro, señora.
Llamas al timbre dubitativa, como si no pudiera haber nadie al otro lado.
– ¿Quién es? –Contesta una voz gangosa por el telefonillo.
– ¿Sergio? Soy mamá–responde la Lucía de Barcelona–bajad a ayudarme Marta y tú, que no puedo yo sola.
– Joder, mamá, que estoy en gayumbos.
– ¿Cómo que joder mamá? ¡Qué bajes ahora mismo!
De reojo ves a Marta salir corriendo del ascensor, con su chándal rosa y sus conejitos en los pies, mientras le das al taxista 5 euros de propina.
La coges en brazos y la cubres de besos dejando que su abrazo borre los restos de Nueva York.
– ¿Y tu hermano?
– Arriba, viendo Netflix.
– Bien empezamos.–Piensas.–Venga Marta,–le pides, dejándola en el suelo– sujeta la puerta, que meto las maletas.
Una de las opciones era comenzar el relato "Coges tu maleta y abandonas la casa"... así que decidí seguir a Lucía en su camino a Barcelona tras dejar atrás a Napoleón y Josefina.
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