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Mostrando entradas de octubre, 2019

EL HOMBRE ARAÑA

El Hombre Araña esperaba sentado en la fuente de mármol seca blanca que había dentro de la oficina. Le llamábamos así porque llevaba una telaraña tatuada en el cráneo rapado que le ocupaba media cabeza y le bajaba por el hombro derecho hasta la muñeca. A mí, en particular, me causaba miedo y fascinación a partes iguales.   Cuando llegaba, la sala de espera de la oficina del paro, normalmente bulliciosa, se volvía silenciosa de repente.   Venía a cobrar el subsidio de desempleo al que los presos tienen derecho si no tienen recursos económicos cuando salen de prisión.   Tenía pinta de líder. Como el Malamadre de Celda 211. Los demás presos venían en grupos, no se atrevían a venir solos, venían juntos como para protegerse de un papeleo que no entendían. Este no.   Alberto Jimenez Clavería, -alias Hombre araña- venía solo. Piernas abiertas, brazos cruzados.   Mirada desafiante. Su estrategia era alborotar, amedrentar al gallinero, para que le atendiéramo...

Olivia y el tigre

El 19 de octubre de 2009, mientras Olivia Rueda  trabajaba, un tigre saltó dentro de su cabeza y devoró sus habilidades de comunicación. La dejó sin lenguaje.     El zarpazo le había provocado un derrame del que no parecía que fuera a recuperarse, –le informó el médico a su marido.  Cuando el doctor salió de la habitación, un hada enfermera le preguntó: –         ¿Tiene hijos? Ella fue la primera que hizo magia. Acertó al descubrir que los niños y él serían el hechizo que la despertaría del sueño.   Sin embargo, el cuento acababa de empezar. Porque, aunque el felino acechaba, ella tenía un don, era contadora de historias.  Solo que antes, las contaba en imágenes, como realizadora de documentales de Tv3.  Además, siempre llevaba un diario consigo, en el que anotaba sus proyectos, los diseños de las camisetas de sus hijos, los colores de la tipografía de las entradillas… Así que su s...

Jet lag

Coges tu maleta y abandonas la casa que ha sido tu hogar los últimos cinco años.  Dejas atrás un trabajo que te encanta, a tus amigos y a tus pececitos, Napoleón y Josefina, que tendrán que aprender a vivir con la familia mexicana de María. Hace un año ya que Pedro te pide que vuelvas, que las vacaciones no son suficiente, y en la oficina te han dado un ultimátum… O te mudas definitivamente a Nueva York o regresas a Barcelona. Marcas su número. –          Cariño, acabo de aterrizar.  Si, no te preocupes, cojo un taxi y nos vemos en casa, no, no vengas, que llueve a mares y el tráfico estará imposible. Seguro que Pedro se había olvidado de a qué hora llegaba tu avión.  Tienes jet lag, y encima te ha venido la regla, como siempre que tienes que viajar.  Hija, tienes unos ovarios… La cabeza te va a estallar.  Si tomas algo a lo mejor cuando llegues no te verán con ese careto, que las ojer...

Volver

Uno de los recuerdos que conservo de cuando era pequeño, a comienzos de siglo, es el de un anciano que llevaba pantalones hasta la rodilla y medias de estambre, y que solía andar cojeando por las calles de nuestro pueblo con ayuda de un bastón. La subida era empinada, las casas aun se vestían de piedra y las calles estrechas de tierra.  El señor Anselmo nunca había salido del pueblo que le había visto nacer, y no concebía la vida en otro lugar.  Ni siquiera había hecho el servicio militar, pues lo llamaron a filas cuando empezó la guerra de Cuba, y fue descartado en el reconocimiento médico por ser sordo desde la infancia y cojo, batallita que contaba a sus nietos, sin que le prestaran atención, por ser una cantinela mil veces repetida. Hoy, que regreso para completar la compraventa de la casa familiar, noto su ausencia.  Recuerdo el dolor en la nuca de sus collejas de mano de árbol, en la iglesia, que repartía inmisericorde a la par que susurraba: -Schh. ...

Lucía y Napoleón

Los viajes en avión siempre conseguían de crear en la mente de Lucía una sensación de irrealidad, como si todo lo ocurrido antes de embarcar hubiera sido un sueño; abrazos y despedidas flotaban como pompas de jabón en su cerebro mezclados con la ilusión de volver a Barcelona, poner en orden su vida, su matrimonio y su relación con sus hijos, desdibujados por la distancia y los breves encuentros de las vacaciones, donde todo parece brillante y fácil y los problemas se guardan debajo de la alfombra para no estropear el momento. Sobre un fondo de nubes grises se reflejaban en la ventanilla las imágenes de las últimas horas: las cajas a medio embalar, el último paseo por la playa de Long Island con las olas barriendo las huellas de sus pies, y la última mirada a Napoleón y Josefina, antes de regalárselos a su vecina María, esa niña mexicana, de largas trenzas y sonrisa infinita, que si el tiburón devorador en que Estados Unidos se había convertido no engullía, sería la salvación de su ...