Todo al 15 negro
Daniel Salvatierra entró en el salón de juego con paso decidido. Cambió el dinero por las fichas, y se dirigió atento a la mesa de la ruleta, sopesando la posibilidad de que esa fuera la última vez. La rueda de la fortuna le recibió con su baile circular, ajena a la veintena larga de ojos ávidos de que se parara en el sitio donde estaban depositadas sus ilusiones e indiferente a los negros pensamientos de Salvatierra. La bola bailaba despreocupada, y acariciaba las casillas en su coreografía, provocando suspiros, lamentos y risas en el público entregado. La croupier saludó a Daniel con una leve inclinación de cabeza. Todos en el casino le conocían, dejaba buenas propinas y era un jugador habitual, prudente, educado. No levantaba sospechas, unas veces ganaba, otras no. Sin embargo, esa noche una niebla invisible flotaba en el ambiente. Era su última noche en Francia, había liquidado su cuenta corriente, y llevaba en la billetera un chequ...