Basado en hechos reales
Basado en hechos
reales.
Primera persona (Eva)
-Eva,
¿una caña?- Me dijo Guaci al acabar la clase.
-Venga,
vale. Contesté. Me había propuesto irme a casa desde el
curso, pero bueno, desde el bar me cogería un taxi. Al final fuimos unos cuantos al chino de
enfrente de la Plaza. En la puerta,
tropezamos con dos tipos que entraban, uno con la cabeza rapada y otro flaquísimo,
con las mejillas hundidas y los ojos vidriosos, con cara de fumar algo más que
tabaco.
-
¿Sabías que eres muy guapa?- Soltó el de la
cabeza rapada.
-
Sí, ya lo sabía.- Le contesté, levantando la
cabeza.
-
Que sepas –siguió con la voz cascada- que tienes
posibilidades.
Primera
persona (José María)
Me encontré con Arturo en el centro, y después de tomarnos la
metadona, le pregunté:
-
¿Hace una birra?
-
Sí.
Dijo. Metió las manos en los
bolsillos y empezamos a caminar.
Cuando llegamos al chino de la plaza mayor salía un grupo de
gente. Las últimas, dos morenas, iban hablando entre ellas, una con un
andador de vieja. La muy creída ni me
miró aunque le sujeté la puerta. Se iba
a enterar.
-
¿Sabías que eres muy guapa? Arturo la miró a ver que decía.
Levantó la cabeza sorprendida y sin achantarse contestó que ya
lo sabía. La amiga intentaba contener la
risa.
-
Que sepas que tienes posibilidades.
Ahí
tiró la toalla. -Venga, si, muchas
gracias. Hasta luego.- Y se marchó, roja
como un tomate.
Testigo
-
A ver si alguien se quiere tomar una caña. Al final convencí a Eva, Jesús, Mª José, y
Mario y nos tomamos unas cañas en el chino de enfrente de la plaza. A la salida, dos tipos intentaban
entrar. El de la cicatriz en la cara y
la cabeza rapada le vaciló a Eva.
-
Que sepas que tienes posibilidades. -Le
soltó. Nos fuimos un poco más lejos a
por un taxi.
Narrador
omnisciente
José
María y Arturo salieron del centro de rehabilitación y se fueron al chino de
enfrente de la Plaza Mayor como cada día.
Cuando iban a entrar salían Eva y
Guaci. Eva, con el andador, los miró de
soslayo, concentrada en bajar, mientras Guaci observaba la maniobra e intentaba ayudarla.
José
María, que había sido tan amable sujetándole la puerta, decidió tomarle el pelo
a la del andador.
-
¿Sabías que eres muy guapa?
Entonces
Eva le miró de frente, sonrió divertida y le contestó:
-
Sí, ya lo sabía.
-
Que sepas-siguió José María, con su voz rota-
que tienes posibilidades.
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