La penúltima
Será la última vez, pensaste, y acurrucaste tu cabeza en el hueco de mi cuello, oliéndome el pelo mientras me abrazabas, y bajabas el ritmo de tu respiración. Te dejé calmarte, te aparté un poco, te retiré el pelo de la cara, te dejé en el suelo y me puse en frente de ti, con los brazos en jarras. - Eso no se hace, Kira, te has comido mis zapatillas otra vez. No han quedado ni las plantillas. ¡Perra mala! Agachaste el hocico y escondiste la cabeza entre las orejas, con tu mejor cara de pena. Me tuve que girar para que no pudieras ver que me estaba aguantando la risa, por lo que aprovechaste para huir clandestinamente hasta tu rincón, arrastrando el rabo en señal de arrepentimiento. El duelo duró cinco minutos, porque a mitad del trayecto encontraste un trozo de zapatilla medio mordido y te lanzaste a por ella como si fuera un menú Estrella Michelin. - ...