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Mostrando entradas de octubre, 2018

La penúltima

Será la última vez, pensaste, y acurrucaste tu cabeza en el hueco de mi cuello, oliéndome el pelo mientras me abrazabas, y bajabas el ritmo de tu respiración. Te dejé calmarte,  te aparté un poco, te retiré el pelo de la cara, te dejé en el suelo y me puse en frente de ti, con los brazos en jarras. -           Eso no se hace, Kira, te has comido mis zapatillas otra vez.  No han quedado ni las plantillas.  ¡Perra mala! Agachaste el hocico y escondiste la cabeza entre las orejas, con tu mejor cara de pena.  Me tuve que girar para que no pudieras ver que me estaba aguantando la risa, por lo que aprovechaste para huir clandestinamente hasta tu rincón, arrastrando el rabo en señal de arrepentimiento. El duelo duró cinco minutos, porque a mitad del trayecto encontraste un trozo de zapatilla medio mordido y te lanzaste a por ella como si fuera un menú Estrella Michelin. -        ...

El piso de Miguel Servet

El pasillo de entrada estaba empapelado en verde con cenefas verticales de dibujo geométrico grande, como un bosque de terciopelo, con puertas como árboles. Justo en la entrada, un taquillón de madera con la superficie de mármol blanco veteado de gris y un espejo con marco dorado. Nos hacía mucha gracia el perchero, de madera, con patas de animal puestas al revés con la pezuña hacia arriba como colgadores.   Justo después, a mitad del pasillo había un separador.   Era un pasillo muy largo.   A la izquierda no había puertas.   A la derecha, la primera puerta era la de la   habitación de invitados o la del abuelo Claudio, que vivía algunos meses en casa. La segunda era la del baño, embaldosada en verde claro, con sanitarios blancos, una bañera con cortina de plástico con dibujos y un armario de metal con espejos y luz, encima del lavabo y una banqueta, en la que mi madre nos peinaba por la mañana.    La tercera puerta era la de la cocina, con baldo...

Carambolas

Por Eva Fernández Laura miró de refilón a la cámara de seguridad y una sonrisa se dibujó debajo de su máscara de látex. De camino a casa tiró los guantes de vinilo en el contenedor higiénico del baño de la gasolinera, y al llegar, escondió las botas de seguridad y la máscara en la caja de herramientas sin estrenar, se quitó el mono azul y se sentó en el asiento trasero del coche a contar la recaudación del día. –No está mal- pensó, guardándose el dinero en el relleno del sujetador.- Pero no era suficiente.   Tendría que volver a arriesgarse. Entró al cuarto anexo al garaje.   Miró la mesa de billar español de su padre y acarició el tapete verde.   Se acercó hasta la taquera y pasó la mano por los tacos, deteniéndose en el último, un poco más corto, el que encargaron para ella cuando era puna niña y con el que su padre le había enseñado a   jugar.   Colocó la tiza alineada con el borde de madera tallada de la mesa y movió dos cuentas del ábaco, de los de ...

Mallorca 2018

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