INSOMNIO
No podía dormir. Hacía un calor
insoportable, las ventanas estaban abiertas, las cortinas no se movían un pelo,
y yo no hacía más que dar vueltas en la cama. ¿Cómo decírselo? Era un asunto
delicado, que seguramente pondría a prueba la solidez de nuestra relación. Me
levanté con cuidado de la cama para no despertarla, y fui a la cocina a por un
vaso de agua. Tenía la boca seca.
Encendí un cigarrillo, y pasé el
resto de la noche despierto en el salón, ensayando mi conversación pendiente,
mientras miraba por la ventana y fumaba, buscando entre las volutas de humo el
valor para contarle la verdad antes de que fuera demasiado tarde, mientras ella
dormía apaciblemente, ajena a mis tribulaciones.
Quería decirle que me iba. Que me habían ofrecido trabajo y que no sabía cuando volvería o si volvería. No me atreví. Volví de puntillas hasta la puerta de la habitación, la miré y, por última vez, le dije. Dulces sueños.
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