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Mostrando entradas de 2018

Operación Abeja Maya

-Habitación 205- Nos informó Julia, la enfermera de Urgencias.- Positivo en alcohol y cannabis. Sin identificar. Llegó vestida de Abeja Maya, con su peluca rubia, sus medias de rayas…   Nada que no hayamos visto antes, ya sabe. - Suspiró. -Le estamos administrando suero para rehidratarla.   Cuando se despierte la dejaremos en observación y, si todo va bien, le daremos el alta en unas horas.    -Vaya amigas tienes, Paula Cajal –murmuró Julia, mientras aporreaba el teclado para completar los datos del expediente- que te han metido en un Ave con un coma etílico sin dinero ni documentación y con esas pintas.   Si fuera mi hija, esas a la boda no iban.      Mientras nos acompañaba al agente Valenzuela y a mi a la habitación explicó: -La han traído los del SAMUR después de hacerle un lavado de estómago en la ambulancia. Después se despidió, ofreciéndose para lo que hiciera falta.   No era la primera vez que nos ayudaba.   Anoté los dat...

Las lentejas de María

La iglesia del Carmen está a reventar.  En la primera fila, Julia, sus dos hijos y su marido, serios, contenidos, abrumados,  como el propio Manuel.  Todos los bancos llenos.  Los que no caben, de pie en los laterales y en la parte de atrás.  Un murmullo sordo a lo largo de toda la misa. El padre Manuel no da crédito, levanta la vista del Misal, coge el micrófono y se dirige a la parte delantera del altar para empezar la homilía cuando se abre la puerta de la iglesia y entran Fátima, Habiba y Rachid, seguidos por los habituales del comedor social.  Se apiñan un poco más en la parte del fondo.  El padre Manuel sonríe. -            Querida Julia, queridos Pablo, Antonio y Raquel.  Hoy estamos aquí para dar nuestro ultimo adiós a María, una madre y una abuela excepcional, una amiga para todos nosotros, y un pilar de nuestra comunidad.  Personalmente la voy a echar mucho de menos, y como podé...

Resaca

El hombre de la gabardina metió el sobre en el buzón.  Cuando Ava se despertó a la mañana siguiente, el sobre y un telegrama descansaban en la bandeja de plata del desayuno junto al café. Ava se levantó, se puso la bata sobre la piel desnuda, se preparó un whisky con dos aspirinas y se dispuso a leer su correspondencia. El telegrama decía: Vuelo Nueva York Madrid. Llegada 21 julio 20 horas. Deseando verte. F. El sobre contenía varias fotos de ella y el torero en la fiesta flamenca de hacía ¿dos noches? Se le empezaban a mezclar las imágenes de fiestas, tablaos, capeas… La estaban siguiendo, suponía que los esbirros de Frank, -encogió los hombros- si sus salidas eran vox populi … Incluso había una peliculita de esas de propaganda que ponían antes del pase en el cine, con ella y Luis Miguel toreando una vaquilla.  El pesado de su marido iba a venir a tocarle las narices, muerto de celos, baboso perdido. Y Dominguín la acababa de dejar por una actriz italiana… Que se a...

Basado en hechos reales

Basado en hechos reales. Primera persona (Eva) -Eva, ¿una caña?- Me dijo Guaci al acabar la clase.   -Venga, vale.   Contesté.   Me había propuesto irme a casa desde el curso, pero bueno, desde el bar me cogería un taxi.   Al final fuimos unos cuantos al chino de enfrente de la Plaza.   En la puerta, tropezamos con dos tipos que entraban, uno con la cabeza rapada y otro flaquísimo, con las mejillas hundidas y los ojos vidriosos, con cara de fumar algo más que tabaco. -           ¿Sabías que eres muy guapa?- Soltó el de la cabeza rapada. -           Sí, ya lo sabía.- Le contesté, levantando la cabeza. -           Que sepas –siguió con la voz cascada- que tienes posibilidades. Primera persona (José María) Me encontré con Arturo en el centro, y después de tomarnos la metadona, le pregunté: -    ...

La penúltima

Será la última vez, pensaste, y acurrucaste tu cabeza en el hueco de mi cuello, oliéndome el pelo mientras me abrazabas, y bajabas el ritmo de tu respiración. Te dejé calmarte,  te aparté un poco, te retiré el pelo de la cara, te dejé en el suelo y me puse en frente de ti, con los brazos en jarras. -           Eso no se hace, Kira, te has comido mis zapatillas otra vez.  No han quedado ni las plantillas.  ¡Perra mala! Agachaste el hocico y escondiste la cabeza entre las orejas, con tu mejor cara de pena.  Me tuve que girar para que no pudieras ver que me estaba aguantando la risa, por lo que aprovechaste para huir clandestinamente hasta tu rincón, arrastrando el rabo en señal de arrepentimiento. El duelo duró cinco minutos, porque a mitad del trayecto encontraste un trozo de zapatilla medio mordido y te lanzaste a por ella como si fuera un menú Estrella Michelin. -        ...

El piso de Miguel Servet

El pasillo de entrada estaba empapelado en verde con cenefas verticales de dibujo geométrico grande, como un bosque de terciopelo, con puertas como árboles. Justo en la entrada, un taquillón de madera con la superficie de mármol blanco veteado de gris y un espejo con marco dorado. Nos hacía mucha gracia el perchero, de madera, con patas de animal puestas al revés con la pezuña hacia arriba como colgadores.   Justo después, a mitad del pasillo había un separador.   Era un pasillo muy largo.   A la izquierda no había puertas.   A la derecha, la primera puerta era la de la   habitación de invitados o la del abuelo Claudio, que vivía algunos meses en casa. La segunda era la del baño, embaldosada en verde claro, con sanitarios blancos, una bañera con cortina de plástico con dibujos y un armario de metal con espejos y luz, encima del lavabo y una banqueta, en la que mi madre nos peinaba por la mañana.    La tercera puerta era la de la cocina, con baldo...

Carambolas

Por Eva Fernández Laura miró de refilón a la cámara de seguridad y una sonrisa se dibujó debajo de su máscara de látex. De camino a casa tiró los guantes de vinilo en el contenedor higiénico del baño de la gasolinera, y al llegar, escondió las botas de seguridad y la máscara en la caja de herramientas sin estrenar, se quitó el mono azul y se sentó en el asiento trasero del coche a contar la recaudación del día. –No está mal- pensó, guardándose el dinero en el relleno del sujetador.- Pero no era suficiente.   Tendría que volver a arriesgarse. Entró al cuarto anexo al garaje.   Miró la mesa de billar español de su padre y acarició el tapete verde.   Se acercó hasta la taquera y pasó la mano por los tacos, deteniéndose en el último, un poco más corto, el que encargaron para ella cuando era puna niña y con el que su padre le había enseñado a   jugar.   Colocó la tiza alineada con el borde de madera tallada de la mesa y movió dos cuentas del ábaco, de los de ...

Mallorca 2018

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PLANETA AZUL

Casi no recuerdo la sensación de abrir un grifo y que salga agua, aunque  intente imaginármelo.  Desde la terrible sequía de 2030, las restricciones han sido constantes y la tecnología se ha ido adaptando al cambio climático, claro. Ya no hay grifos, sino aspersores, de los que brota una sustancia espumosa llamada bruma, que permite el aseo pero que casi no moja. La última moda es calentar la bañera mediante una resistencia interna, para la clase acomodada claro, o las termas públicas, para el resto.  Yo me envuelvo en una toalla caliente después de tomar una ducha de bruma en el baño comunitario.   El sonido del agua ha pasado a formar parte del imaginario colectivo, aunque, paradójicamente, la tierra sea un planeta más azul que nunca. Solo que el agua disponible es salada, debido a la desaparición de los polos.  Los habitantes costeros se bañan en el mar, o se han mudado a islas flotantes, que sustituyen a las inundadas con el deshielo.   D...

NOCHE DE GUARDIA

Hacía una noche de perros, como para estar en el sofá viendo la tele, tapado con una manta, resguardado de los gruesos copos que caen al otro lado de la ventana. Y no como nosotros, en medio del bosque, con los limpiaparabrisas a todo trapo para quitar la nieve de los cristales, acurrucados en el asiento, el gorro calado, el cuello del abrigo subido. Entonces escuchamos el ruido de un vehículo, y apagamos las luces y el motor para no ser descubiertos.  Vimos la furgoneta del guarda forestal desaparecer detrás del refugio y adivinamos el chasquido al cerrar la puerta delantera, sonidos de pisadas,  ruidos metálicos, paladas sobre la nieve.  Por lo menos habrá entrado en calor.- Pensé. - A mí se me van a congelar los dedos. Y me encogí un poco más, alerta.  Miré a mi compañero. Se había quedado dormido. No reconocí al conductor, que volvía sobre sus pasos y cargaba un fardo pesado, que arrastraba con dificultad, supongo que hasta el agujero recién cavado en la nie...

LA DAMA DEL ABANICO

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Soy un abanico. Mi esqueleto es de varillas de hueso labrado y estoy vestido con un país [1] de seda granate, con delicadas flores pintadas encima.  Vivo en el Museo del Traje de Madrid, permanentemente expuesto en una vitrina, junto a una reproducción del cuadro “La dama del abanico” del que formo parte.  Cada día oigo a los guías del museo contar mi historia oficial.   Cuentan que pertenezco a una dama de la burguesía que cada tarde esperaba en la Catedral de Durango a un apuesto militar, mientras se abanicaba frenéticamente para espantar a otros posibles pretendientes,  dando a entender que estaba comprometida. Una tarde, el soldado no apareció. La dama lo esperó; nunca se casó.  Veinte años después recibió la noticia del Ministerio de Defensa de la trágica muerte de su amante. Cuentan los guías del museo, con voz queda, que nadie volvió a verla jamás, y que el capellán encargado de cerrar la Catedral siempre se apura en marcharse, y procura no queda...

ÁGUEDA

Águeda se puso muy pálida y no contestó. Casi no pronunció palabra en las semanas siguientes. Tan solo bordaba sentada junto a la ventana, porque al contar los puntos evitaba pensar y el sonido de las maderitas de boj apaciguaba su espíritu. Una tarde, ensimismada en sus negros pensamientos se descubrió maquinando su venganza.  Escondería semillas de escaramujo entre los bordados, para que se pincharan con ellos y no pudieran dormir.  La inocencia de su venganza le hizo sonreir y una lágrima escapó por su mejilla. No, no podía hacerle nada malo a su hermana, aunque sintiera que la había traicionado. Entonces tuvo una idea mejor. Se puso su vestido de tarde lila, y se colocó el sombrero a juego, un poco ladeado  y lo sujetó con horquillas al cabello, para que no se moviera. Se giró un poco para comprobar en el espejo que las horquillas no se veían y se pellizcó las mejillas, para darles un poco de color. Se subió a una silla y cogió de encima del armario un c...

ANTES DEL AMANECER

Se despertó de madrugada.  Mucho antes del alba, de que el cielo se tiñera de rosa y de que el sol asomara por el horizonte.  Estaba entumecida, aterida por el frío de la mañana.  Así que se estiró mientras bostezaba, miró a sus cachorros dormir plácidamente, acurrucados juntos, y se levantó sigilosamente, alejándose deprisa sin hacer ruido. No le gustaba dejar a sus hijos solos, tan desvalidos aún, pero no le quedaba más remedio.  Solo sería un momento.  Tenían que comer. La leche se le había retirado ya, y ella también tenía hambre, un agujero negro, que se agrandaba por momentos,  que le hablaba desde las tripas y  que tenía que apartar de su pensamiento para concentrarse. Dejó de correr. Se detuvo un momento adecuando sus ojos a la oscuridad, alerta, escuchando.  No oía nada, no veía nada, pero sus pasos eran firmes, su instinto la guiaba. Tensó los músculos de las patas y empezó a correr en dirección al rio, serpenteante, casi s...

MARIPOSA

Suena  I will survive  en el móvil.  Lo apago rápidamente.  Me desperezo y por fin me levanto de la siesta.  Me meto en la ducha para terminar de espabilarme, me enjabono al cabeza y el cuerpo y aprovecho para depilarme, deslizando suavemente la cuchilla, que dibuja surcos de jabón sobre mi piel. Me extiendo la crema hidratante y me envuelvo con la toalla.  El espejo me devuelve la imagen borrosa del cristal empañado.  Me seco el pelo con otra toalla. Y luego con el secador mientras la bruma del espejo se disipa, e intento calmar las mariposas de mi estómago. Voy hasta la habitación y saco del cajón superior de la cómoda la ropa interior de esta noche.  El conjunto lencero negro, el liguero a juego y las medias negras de cristal con costura detrás.  Saco del segundo cajón el corpiño de cuero negro con tachuelas y la minifalda roja.  Me visto.  Abrocho con cuidado el liguero a las medias y compruebo que la costura quede rect...

ALBERTO Y LA SEÑORA

Oí como se abrían las puertas del ascensor, e , inmediatamente después, el sonido de unos pasos amortiguados sobre la moqueta del pasillo justo antes de abrir la puerta. Ahí estaba esa extraña, despeinada, con la falda sucia y arrugada, preparada para arrearme un bolsazo a la menor oportunidad. -       -   Creo que ha habido un lamentable error, señora.- Me apresuré a decir. -       -  ¿Cómo que un lamentable error, Alberto? Dejame pasar, por favor, que llevo una hora esperando ahí abajo y tu, nada, hasta que te he visto asomado al balcón. -          -  Que no, que no, que yo no la conozco de nada. -        -  ¿Pero como que no me conoces? Soy yo, papá, que solo he bajado un momento a comprar una botella de agua, ¿No te acuerdas? Fruncí el ceño, confuso, y giré la cabeza hacia la cama, que de repente aparecía perfectamente hecha y sin rastro de mi recién est...

EPÍLOGO

Para él tampoco había sido fácil.  Toda la vida juntos, conocía cada curva de su cuerpo, cada gesto, cada frase que decía, y últimamente, cada reproche, cada suspiro… Aun así siempre la querría.  Aunque fuera de otra manera, era la madre de sus hijos, la única que le recordaba las citas con el médico y los cumpleaños y sabía porqué le gustaba tanto Cat Stevens. Se había propuesto contener el llanto a toda costa, así que en vez de despedirse con un abrazo o acariciarle el pelo como le habría gustado se dieron un frío apretón de manos, como dos extraños.  Al parecer, es lo que serían a partir de ahora. El apartamento alquilado estaba vacío, oscuro y la humedad dibujaba manchas en las paredes y los techos.  Los muelles del somier rechinaban y el eco de las pisadas le recordaba que estaba solo, así que se dispuso a deshacer el equipaje, para no pensar. Tras colgar su ropa en el armario, colocar los libros y los discos en la estantería de melan...

ANA

Bucear en el lago que había al lado de la casa había sido el pasatiempo favorito de los niños del pueblo, pero desde que Ana se ahogó aquel verano, ya nadie se atreve, y la casa permanece cerrada a cal y canto.  Solo se escucha el ulular del viento azotando las contraventanas y a veces, extraños crujidos en los tablones del embarcadero.  Y si alguien observara con detenimiento, cada noche de San Juan podría ver el humo de una hoguera, las huellas de unos pies mojados sobre la madera carcomida y las ondas del lago tras la zambullida de una niña, que, sospechosamente, se parece muchísimo a Ana. 

EL REGALO DE TU VOZ

20 de diciembre. Recibo un whatsapp tuyo después de meses de silencio. “Hola Eva… He andado liadillo. ¿Cómo vas con todo?” Pensaba que habías cortado la comunicación para siempre. Pero ahí estás de nuevo. Y no puedo dejar de responder. “Todo bien. Como siempre. J ” Por la noche, sin poder evitarlo, mis dedos se mueven solos por las teclas del teléfono: “¿Tú qué tal? Si quieres un día que tengas tiempo hablamos y nos ponemos al día”. Y nos contamos unas pocas cosas por whatsapp.  Nada importante, trivialidades de recuerdos juntos, que demuestran que nos acordamos el uno del otro, o, al menos, eso me parece. En Nochebuena marco tu número de teléfono, indeleble en mi memoria. En realidad, eres la única persona con la que me apetece hablar hoy. Has ido a pasar la Navidad al pueblo.  Se te nota relajado, contento, y se oye jaleo. Tus hermanos se meten contigo.  Sales a hablar a la calle. Pero como hace mucho frío vuelves a entrar. Oigo como tu hermano Quique s...

AVENTURAS DE COLORES

Tendría unos cinco años, y la tía Rosario vino de visita.  Y me regaló un cuento.  Era un cuento pequeñito, troquelado, donde la protagonista era una azafata de vuelo, con un uniforme azul.  Debió de ser mi primera aventura.  Me fascinó. Y entonces decidí que cuando fuera mayor sería azafata, para conocer muchos sitios distintos. Solía leer en mi habitación, tumbada en la cama -gemela de la de mi hermana- los sábados y los domingos por la mañana, acurrucada en el hueco de la cama plegable, mientras el sol se filtraba por los agujeros de la persiana, sobre las nubes blancas y los girasoles amarillos del papel pintado del cuarto. Después de aquel cuento leí muchos más. En el colegio, cada clase hacía una pequeña biblioteca con los libros comprados entre todas las alumnas en Septiembre. Los viernes elegíamos un libro y, en junio,  cada una se llevaba el suyo, o los sorteábamos, no me acuerdo bien. Creo que uno mío se llamaba Aniceto el Vencecanguelos, que en...

LEGADO

“Me llamo Adela. Y voy a ser vuestra maestra este curso.” Así empezaba mi abuela Adela las clases todos los años, en cada pueblo al que era destinada, de espaldas a la pizarra, de cara a sus nuevos alumnos. Luego se giraba y escribía su nombre en la pizarra con su cuidada caligrafía, como de “Cuadernos Rubio”. Entonces se daba la vuelta otra vez y les preguntaba a sus alumnos de uno en uno cómo se llamaban, cuantos años tenían, si tenían hermanos, a qué se dedicaban sus padres. Cuando le respondía el último ya tenía una idea más o menos cabal de la estructura social del pueblo, que los niños replicaban en el aula, y a la vez se enteraba de qué niños eran hijos del alcalde, del médico, del veterinario, e intentaba identificar a los revoltosos, los aplicados, los chivatos … Así estuvo muchos años recorriendo los pueblos de Zaragoza, regresando a la capital de vuelta los fines de semana que no tenía que corregir demasiados exámenes y en las vacaciones de verano, durante las que fan...

PALABRAS COMO PUÑALES

Acababan de desayunar, el sol entraba a raudales por la ventana de la cocina, provocando destellos amarillos en el zumo de naranja, y parecía que ni Diego tenía ganas de irse ni Isabel de que se fuera.  Así que siguieron desayunando, luego la acompañó a por el pan y el periódico, y se tomaron otro café. Entonces él le dijo, - Creo que te quiero un poco, deberíamos pensar en vivir juntos. – Isabel casi se atragantó con el café. Menos mal que estaba sentada, si no se habría caído al suelo. Estaba halagada, claro, pero ¿vivir juntos? Hacía un mes que se conocían, y ella acababa de terminar otra relación, estrenar piso… Diego le gustaba mucho, pero… desde que lo había conocido, en aquella cena, su vida era una noria.  Quería disfrutar de su recién estrenada independencia, y todo empezaba a estar patas arriba, no tenía el control; dormía un día en su casa, otro en la de Diego, salía casi todas las noches, no se concentraba en el trabajo, era agotador, aunque nunca se había div...